En la próxima sesión que tendrá lugar el 21 de febrero (11:00), comentaremos el libro del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince: El olvido que seremos.
Héctor Abad Faciolince nació en Medellín, Colombia. Allí realizó sus estudios-todos inconclusos-de medicina, filosofía y periodismo. Viajó a Italia, donde se graduó en literatura moderna. Regresó a Colombia en 1987, pero ese mismo año, después de que los paramilitares asesinaran a su padre y de recibir amenazas contra su vida, se refugió en Italia, donde fue lector de español hasta 1992. Nuevamente en Colombia, trabajó como traductor de italiano e inició su carrera de escritor.
Entre sus novelas están: Asunto de un hidalgo disoluto (1994), Fragmentos de amor furtivo (1998) y Basura (2000), con la que obtuvo el Primer Premio Casa de América de Narrativa Innovadora; el libro de cuentos Malos pensamientos (1991) y Angosta (2004, mejor novela extranjera publicada en China en 2005). Ha publicado también libros de ensayos breves, Palabras sueltas (2002) y Las formas de la pereza (2007), el volumen de relatos El amanecer de un marido (2008), y otros tres de género incierto, Tratado de culinaria para mujeres tristes (1997), Oriente empieza en el Cairo (2002) y El olvido que seremos (2006).
El olvido que seremos, cuyo título alude a un verso de Jorge Luis Borges y cuyo poema completo fue encontrado en el bolsillo del padre cuando murió asesinado, es un libro bastante complejo.
Escrito con la serenidad que sólo la distancia puede brindar; sobre todo cuando los hechos que motivaron su escritura son tan dolorosos: veinte años tardó el autor, desde la muerte de su padre hasta poder sentarse a escribir. Es un libro emotivo, fuerte pero sin ningún afán de revancha. Como el mismo autor explica, su intención primordial al escribirlo era simplemente contar la historia, para que se supiera.
Esperamos vuestros comentarios.
2 comentarios
Dori Prada Alonso
21 febrero, 2011, a las 1:13 am (UTC 2) Enlace a este comentario
Hector Abad Faciolince en este libro repleto de grandísimas verdades me ha conmovido de una especial manera al conseguir que se me hicieran familiares algunas de sus vivencias, en esa confianza entre padre e hijo.Son muchísimas páginas las que he señalado para recordar ciertos párrafos en los que su humanismo, su sentido de la justicia y su honestidad entre otros muchos valores te hacen conmover, asi como tambien te arrastra a sentir esa impotencia y rabia causada por la barbarie de “esos patriotas”.
Yo también me he admirado de su valentía al escribir este libro.
Carmen Domínguez Rodríguez
21 febrero, 2011, a las 22:04 pm (UTC 2) Enlace a este comentario
Ha sido una reunión fantástica. Todos los miembros del club nos hemos sentidos atrapados por la historia tan conmovedora que nos cuenta Héctor Abad en su novela, El olvido que seremos.
Es un exhaustivo retrato de la figura de su padre, pero también es un libro que refleja magistralmente la relación de amor entre padre e hijo y el de toda la familia. Aparecen retratados esos años de la infancia y adolescencia donde la miseria y la injusticia parece que nunca pueden afectarnos.
Es el retrato de un hombre que sabemos desde el principio que va a ser asesinado por sicarios en plena calle, por el mismo motivo que han sido asesinados miles de hombres no sólo en Colombia sino en el mundo entero: por denunciar la injusticia, la corrupción…
Es un libro donde me he sentido identificada en muchas de las anécdotas protagonizadas por el padre. Esos besos sonoros que le daba su padre cuando llegaba a casa y que no hacen más que recordarme, en mi caso, a mi madre. Son todos pequeños detalles, insignificantes y cotidianos que hacen que la vida que nos retrata sea una vida plena. Son detalles que al ser evocados con tanta melancolía, me obligan a evocar circunstancias parecidas.
Desde el punto de vista narrativo, el tiempo utilizado no es el cronológico de relojes y almanaques sino un tiempo donde los recuerdos aparecen de súbito, enmarcados en una estructura semejante a la de un puzle donde las piezas poco a poco van ocupando su lugar para, al final, desde un presente, conseguir una imagen comprensible de la figura del padre.