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Sesión 3. Club MACONDO: Darwin y el diseño inteligente, de Francisco J. Ayala

En la próxima sesión que tendrá lugar el lunes 12 de noviembre (19:15 h.), comentaremos el libro del biólogo Francisco J. Ayala: Darwin y el diseño inteligente. Creacinismo, cristianismo y evolución.

Francisco J. Ayala: (Madrid, 1934). Especializado en biología evolutiva, se formó en la Universidad de Salamanca y en 1961 marchó a los Estados Unidos donde se doctoraría en la Universidad de Columbia. Actualmente sigue residiendo en ese país, ejerciendo de “Universirty Teacher” en la Universidad de Irvine (California) donde investiga e imparte clases de biología. A su trabajo en biología evolutiva, hay que sumar sus investigaciones en otras áreas como la genética y en temas relacionados con la filosofía, la bioética o las relaciones ciencia-religión.

Es miembro de la Academia de Ciencias de EE.UU, de la Academia Americana de Artes y Ciencias y de la American Philosophical society, es miembro también de numerosas academias de ciencias, entre ellas la de Madrid. Ha publicado más de 40 libros y más de mil artículos científicos fruto de su actividad investigadora por la que ha sido galardonado en varias ocasiones, entre ellas, con la Medalla Nacional de la Ciencia de Estados Unidos.

Darwin y el diseño inteligente. Creacionismo, cristianismo y evolución: Ayala, ofrece un camino para conciliar ciencia y religión con respecto a la evolución.  Según el autor, la ciencia y la fe religiosa no están en contradicción, ni pueden estarlo, puesto que tratan de asuntos diferentes que no se solapan. La ciencia busca descubrir y explicar los procesos de la naturaleza. La religión trata del significado y propósito del universo y de la vida, la relación entre los humanos y su Creador, y los valores morales que inspiran y guían la vida humana. La selección natural explica la evolución de las especies a través de millones de años y la adaptación de los organismo a su entorno, con ojos para imperfecciones, sufrimiento, crueldad y sadismo.  La espina dorsal está mal diseñada, los depredadores devoran a sus presas, los parásitos destruyen a sus huéspedes. La selección natural da cuenta de estas calamidades, que, por ello, no necesitan ser atribuidas a mal diseño o perversidad del Creador.  Según explica Ayala, la evolución por selección natural está más de acuerdo con la fe religiosa en un Dios de amor, misericordia y sabiduría, que el llamado “diseño inteligente” que atribuye al Creador las imperfecciones del mundo de la vida.

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1 comentario

  1. María Antonia

    Hola a tod@s:
    Os dejo aquí el poema de cierre de la sesión del pasado lunes. No se si tiene mucho que ver con la lectura sobre evolución y diseño inteligente pero me llevaron a él las palabras finales de Alicia sobre la convención del nombrar y lo tenía reciente al haberlo recordado y releído tras la fallecimiento de su autor.
    Espero que os guste…

    ¿Cómo puedes tú
    tener un nombre entre los nombres?
    Ni aunque sea un verbo
    que diga “Pasó”,
    “Pasará”, “Pasara”,
    ¿Cómo pueden hablar de ti los hombres?

    Es mentira en flor;
    semilla es de sus errores:
    porque, si te nombran,
    parece que ya
    saben lo que eres,
    y hasta pueden creer que te conocen;

    y si dicen “Sí,
    ya sé que viene; así que, entonces,
    hago testamento”,
    “me arreglo con Dios”
    o “disfruto todo
    lo que pueda abarcar de aquí hasta el tope”.

    Ah, ¡qué mala fe
    la de esa voz que a ti te esconde
    y te vuelve blanca
    idea y te da
    en el tiempo hora,
    tú que el tiempo pariste con dolores!

    Sí: también -lo sé-
    mentira son los otros nombres,
    y si digo ‘rosa’,
    la rosa sin más
    se me queda helada
    en los labios diciendo ‘rosa, rosae’;

    o si ahora -¿ves?-
    he dicho ‘labios’, con el roce
    de su nombre secos
    mis labios están,
    y besar no saben,
    sino sólo matando lo que toquen.

    Pero el tuyo es
    quizá raíz de todo nombre;
    y si a ti del tuyo
    te libran y ya
    nunca más te nombran,
    quizás vivan las rosas y los hombres.

    De Agustín García Calvo (Libro de conjuros: 3)

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