En la próxima sesión del club que tendrá lugar, el lunes 16 de marzo (11 h.), y como novedad en la sesión del club, representaremos en teatro leído la obra de Miguel Mihura, Tres sombreros de copa. A continuación, haremos un análisis e interpretación de la misma.
Miguel Mihura (Madrid, 1905 – 1977) Comediógrafo y humorista español a quien, junto a Enrique Jardiel Poncela, se debe la renovación del teatro cómico de la posguerra, fuera de los esquemas tradicionales de comicidad. Su obra maestra, Tres sombreros de copa (escrita en 1932 pero no estrenada hasta 1952, por el TEU y 1953 en un teatro comercial), supuso una ruptura radical con el humor tradicional, al atacar tanto los tópicos estilísticos como las convenciones sociales, distorsionando el enfoque costumbrista por medio de un deslumbrante ingenio verbal y una sátira fresca y libre. En su producción posterior continuó siendo fiel a su visión iconoclasta, aunque hizo concesiones al público rebajando el tono crítico.
Miguel Mihura realizó estudios superiores y, a título personal, estudió también lenguas extranjeras, dibujo, pintura y música. En su juventud fue dibujante y periodista en revistas cómicas, aunque siempre frecuentó los ambientes teatrales, al ser hijo de actores. Sus inicios estuvieron determinados por las corrientes vanguardistas, y en especial por Ramón Gómez de la Serna. Bajo el pseudónimo de Miguel Santos, colaboró en las revistas madrileñas Buen Humor, Cosquillas, Muchas gracias, Gutiérrez y, durante la guerra civil, en La ametralladora, escondiéndose, por miedo a represalias, bajo otro pseudónimo, Lilo. En 1941 fundó La Codorniz, famosa revista semanal de la posguerra, que dirigió hasta 1946. La revista se impuso por su comicidad nueva, ilógica y surrealista que, con la denominación de “humor codornicesco”, caracterizó también la producción teatral del autor. Mihura fue además guionista de más de veinticinco películas, entre ellas Bienvenido Mr. Marshall, dirigida por Luis García Berlanga en 1952.
La problemática presente en Tres sombreros de copa, es decir, el conflicto entre libertad y orden burgués, entre autenticidad y falsedad de algunos valores esenciales, reaparece, aunque más diluida, en las obras escritas en colaboración con sus colegas de La Codorniz (J. Calvo Sotelo en ¡Viva lo imposible! o el contable de las estrellas, 1939; Antonio Lara en Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario, 1943; Álvaro de Laiglesia en El caso de la mujer asesinadita, 1946) y en obras posteriores. Entre ellas destacan también El caso de la señora estupenda, Una mujer cualquiera, A media luz los tres (1953), El caso del señor vestido de violeta (1954) ¡Sublime decisión!, La canasta (1955), Mi adorado Juan (1956), Carlota (1957), Melocotón en almíbar (1958), Maribel y la extraña familia (1959), El chalet de Madame Renard (1961), La bella Dorotea (1965), Ninette y un señor de Murcia (1964), La tetera (1965) y Sólo el amor y la luna traen fortuna (1968).
Tres sombreros de copa, escrita en 1932, fue su primera comedia pero sólo pudo ser representada veinte años después. Es explicable este rechazo, dentro de un panorama teatral español eminentemente conservador, marcado por los límites moderados en las formas y en los contenidos, del modelo establecido por Benavente y sus seguidores. La obra está más cercana al tipo de humor del teatro del absurdo, que está en boga en toda Europa desde 1950, con La cantante calva de Ionesco y, en 1953, Esperando a Godot de Samuel Becket. Por lo tanto, debemos considerar Tres sombreros de copa como un antecedente del teatro del absurdo.
Estrenada en el Teatro Español de Madrid el 24 de noviembre de 1952, la anécdota de Tres sombreros de copa es extremadamente sencilla: Dionisio duerme en una pensión su última noche antes de casarse, cuando irrumpe en la habitación un grupo de bailarinas de varietés y organizan una juerga noctámbula que durará hasta la madrugada y que casi terminará con los sanos proyectos del protagonista. Se plantea la oposición que hay entre el mundo falso y sumamente estrecho de la burguesía de provincias y la libertad (quizá falsa también) de ese otro modo de vida que es el de las artistas, entregadas a la sorpresa de cada nuevo día.
Lo verdaderamente nuevo en esta obra es el absurdo aparente de numerosas situaciones y diálogos. Para evidenciar los rasgos tragicómicos de la vida y poner en duda la validez de los conceptos sobre los que la cultura oficial basaba su propia seguridad, el autor recurrió a la estrategia de destruir la solidez semántica del lenguaje, negando la lógica a través de un sutil e inexorable juego de referencias surreales y de asociaciones inverosímiles.