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Sesión 4. Club ARTEMISA: El cuarto de atrás, de Carmen MARTÍN GAITE

En la próxima sesión que tendrá lugar el 13 de diciembre, comentaremos el libro de Carmen Martín Gaite: El cuarto de atrás.

Carmen Martín Gaite (Salamanca 1925-2000). Se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca, y allí conoció a Ignacio Aldecoa y a Agustín García Calvo. En esa universidad tuvo además su primer contacto con el teatro participando como actriz en varias obras. Colaboró en revistas como Trabajos y Días en Salamanca y Revista Nueva en Madrid. Se trasladó a esta ciudad en 1950 y se doctoró en la Universidad Complutense con la tesis Usos amorosos del XVIII en España. Ignacio Aldecoa, cuya obra estudiaría posteriormente, la introdujo en su círculo literario, donde conoció a Alfonso Sastre, Juan Benet, Josefina Aldecoa, Medardo Fraile, Jesús Fernández Santos y Rafael Sánchez Ferlosio, con quien se casó en 1954. De esta manera se incluyó en la que sería conocida como la Generación del 55 o Generación de la Posguerra.

Comienza su carrera literaria con El balneario obteniendo en 1955 uno de los premios literarios de mayor prestigio en España, el Café Gijón. Tres años después, gana el Premio Nadal con la que sería su obra señera, Entre visillos.  Durante la década de los sesenta continúa cultivando la narrativa, con obras tan importantes como Las ataduras (1960) o Ritmo lento (1963), pero es en los setenta cuando vemos la versatilidad de Martín Gaite. Publica sus dos ensayos sobre el proceso contra Macanaz. Además de su tesis, recopila su poesía en A rachas (1976), y una de sus obras cumbre, la novela Retahílas (1974). También a esta década debemos su primera recopilación de relatos, Cuentos completos. Su faceta periodística se caracteriza por su etapa de redactora en los comienzos de Diario 16.

Entre otros logros, Marín Gaite destaca por haber sido la primera mujer a la que se le concede el Premio Nacional de Literatura con El cuarto de atrás en 1978, y por haber ganado en 1994 el Premio Nacional de las Letras por el conjunto de su obra. Entre sus premios más queridos, destaca el Principe de Asturias en 1988 compartido con el poeta gallego José Ángel Valente (1929-2000). Publica dos enormes éxitos de crítica y público, Lo raro es vivir (1997), e Irse de casa (1988), y, en 1999, se publica y representa La hermana pequeña y recopila en Cuéntame, con la colaboración de Emma Martinell Gifre, ensayos y cuentos escritos entre 1953 y 1997.

En El cuarto de atrás. Durante una noche de insomnio, la escritora recibe la visita de un desconocido interlocutor cuya identidad permanecerá oculta en todo momento… Los recuerdos de infancia y juventud en Salamanca se irán mezclando con sus reflexiones sobre los sueños, el amor, la escritura o la memoria.

El cuarto de atrás es un ensayo sobre el oficio de escribir, un libro de memorias y una novela fantástica. Pero, por encima de todo ello, es una larga conversación.

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Especial Carmen Martín Gaite – Universidad Complutense de Madrid

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3 comentarios

  1. Dori Prada Alonso

    El orden y el caos unidos: el choque entre lo ordenado y lo caótico ha sido uno de los principales descubrimientos que, a lo largo de la lectura de este libro, me atraparon desde el principio.
    “El cuarto de atrás” es una obra sugerente con un lenguaje y estilo esponténeos; a pesar de su vocabulario culto y sencillo nos encontramos con extensos párrafos más espesos que obligan a su relectura.
    Me gustaría destacar, por un parte, el ambiente íntimo entre la protagonista y el “periodista” y, por otra, la naturalidad a la hora de romper barreras espaciotemporales. No me gustaría dejarme atrás los juegos de alter-egos y de criaturas interiores.
    “El cuarto de atrás” se me antoja una dimensión en la que el tiempo parece congelarse, una fantasía escondida que hace pervivir en la autora a la niña que jugaba en el trastero.
    Que la realidad se confunda con el sueño es el recurso que Martín Gaite utiliza para mostrarnos la función que Todorov realiza en el relato.
    Me gustaría resaltar algunos párrafos de la obra que me han llamado especialmente la atención:
    – “… pero luego, cuando falla el entusiasmo, de poco sirve volver a la fuente que lo provocó, porque lo que se añora, como siempre, es la chispa del encuentro primero…” (pg. 27).
    – “Al comedor aquel también ellos lo llamaban el cuarto de atrás, así que las dos hemos tenido nuestro cuarto de atrás. Me lo imagino también también como un desván del cerebro, una especie de recinto secreto lleno de trastos borrosos, separados de las antesalas más limpias y ordenadas de la mente por una cortina que sólo se decorre de vez en cuando; los recuerdos que puedan darnos alguna sorpresa viven agazapados en el cuarto de atrás, siempre salen de allí, y sólo cuando quieren, no sirve hostigarlos” (pg. 83).
    -”Cada persona que nos ha visto o hablado alguna vez guarda alguna pieza del rompecabezas que nunca podremos contemplar entero” (pg.144).

  2. Carmen Domínguez Rodríguez

    Tuvo una buena acogida el libro de M. Gaite, El cuarto de atrás. El debate fue interesante y polémico. Hubo dos posturas claramente diferenciadas: para la gran mayoría ha sido una obra agradable de leer, sobre todo por verse reflejadas tanto en los juegos como en el uso del tiempo en buena parte de su infancia. Otros, en cambio, valoraban la obra tanto por la forma en la que está planteada, como por la sensibilidad de la que hace gala la autora a lo largo de toda la novela. Sin embargo, la verdadera discusión se planteó en torno a la tipología de la obra, ya que no es posible clasificarla única y exclusivamente como una novela de memorias, como pensaban algunos miembros del club, sino que además de ello, es una novela fantástica, de misterio y un ejercicio sobre el arte de escribir. La aportación más interesante, para mi, fue la comparación que uno de los miembros del club hizo con la pintura de Velázquez, en concreto, con su cuadro de Las Meninas. Al igual que hace M. Gaite con su obra, Velázquez considera la pintura como una actividad intelectual superior, cuyo momento más importante no era el acto de pintar sino la idea, utilizando para ello diversas perspectivas que, al igual que sucede en El cuarto de atrás, añaden al cuadro la fascinación que todos sentimos al contemplarlo.
    En mi opinión uno de los logros mayores del libro es el continuo juego, por parte del narrador, entre el Yo de la experiencia: la identidad de Martín Gaite como sujeto que vivió los acontecimientos en el momento en que ocurrieron y de otro, el Yo de la narración: la identidad de M. Gaite como sujeto que ha vivido lo que cuenta y que desde el presente recuerda y reflexiona sobre su pasado. En el fondo, esta distribución de la materia narrativa a desarrollar es la resultante de la evolución y la madurez, de la oposición entre la mirada inocente e ingenua de la Carmen niña-adolescente y la mirada escrutadora y crítica de la Carmen quincuagenaria.
    El lector de El cuarto de atrás si es capaz de ubicar cronológicamente los acontecimientos de la historia, ya que el carácter autobiográfico y memorial de la obra facilita esta labor. No obstante la intención de M. Gaite parece la contraria, la de intentar que el lector también quede perdido y se sienta deglutido por el grisáceo paso del tiempo durante el franquismo.

  3. Concha Pelayo

    “El cuarto de atrás”, de Martin Gaite me ha llevado a mí a rebuscar en la memoria para hallar esos cuartos que quedaron escondidos en la memoria. ¿Quién no ha tenido un cuarto de papá, de la abuela, de la prima o de la vecina? ¿Quién no se ha dejado seducir por el misterio de un baúl abierto, o de una caja escondida en el fondo de un armario?
    La autora de “El cuarto de atrás” se descubre a la niña del franquismo que fue, como ha hecho que me descubriera yo misma y me viera frente a Franco en mi pueblo, cuando yo, muy niña y agarrada de la mano de mi padre, se esperaba al Generalísimo para inaugurar no sé qué cosas. Mi pueblo, claro, es muy importante, lo fue en su día, cuando se construyó el primer salto hidroeléctrico. Ese era el motivo de las visitas de Franco.
    Tengo que decir que el libro de Martín Gaite me ha gustado mucho y ha hecho que me identifique completamente con ella, en la forma de escribir, en la forma de exponer y en la forma de sentir y de percibir la sociedad que le tocó vivir. Ella soñaba y elucubraba con la hija del Caudillo, yo lo hacía con sus nietas. Hay muchas similitudes literarias con esta escritora salmantina.
    Saludos.

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